El Periódico / Notas

Notas de paso: la palabra es plata y el libro oro

Miradas cruzadas sobre los libros de oro de Château Lafite Rothschild y Los Vascos.

Desde las grandes mesas de Pauillac hasta la inmensidad de los paisajes chilenos, los libros de oro de Château Lafite Rothschild y Los Vascos narran setenta años de camaradería, sonrisas y trazos de lápiz. Notas de paso que son como añadas del corazón.

Desplazar hacia abajo

Allí están, reposando sobre una mesa o una cómoda, encuadernados en cuero, rebosantes de páginas gruesas.Los libros de oro de Château Lafite Rothschild y Los Vascos no son meros registros de firmas; son testigos vivos: mensajes, dibujos, agradecimientos o destellos de emoción depositados a lo largo del tiempo. Una forma distinta de contar los lugares, por quienes los han vivido.

Uno de los libros de oro recientes del Château Lafite Rothschild, en el cual se suceden testimonios y anécdotas de numerosos encuentros.
Encuadernado en rojo, como una promesa: el libro de oro de Viña Los Vascos también lleva la huella del tiempo.

El más antiguo empieza en 1951. Se entra en él como en una bodega, casi en susurros. Las primeras páginas son sobrias, protocolares, firmadas por diplomáticos y escritores.

Firmas de invitados prestigiosos a principios del siglo XX, entre elegancia caligráfica y testimonios de la época.

Luego, con los años, el estilo se relaja. Se dibuja, se bromea. Una botella de Château Lafite Rothschild de repente tiene piernas, una nariz, y corre hacia el futuro. Es ilustrada por Henri d’Origny, quien habitualmente dibuja cuadros y pañuelos por Hermès.

Se cruzan ovejas sedosas, un poco ebrias, que defienden la superioridad del vino alabando la suavidad de su lana. Se dicen “Gracias”, “Bravo”, “¡Es increíble!”, en todos los idiomas y caligrafías. La elegancia se entrelaza con el humor.

Inspiraciones personales, entre bocetos, guiños e interpretaciones musicales.

Algunas páginas dejan escapar notas garabateadas al vuelo, partituras escritas en la embriaguez de un instante. Al lado, se leen frases como “Gracias, ¡es inolvidable!” o “¡Lafite es un encanto!”. En 1957, un visitante escribió: “Desde Château Lafite, amo Francia más que nunca.

Y cuando ya no son solo palabras solitarias, son voces reunidas las que dejan su huella.

Entre cenas por los 150 años, grandes mesas orquestadas con el Club de los Chefs de los Chefs o la visita del grupo Muse, quien dejó una lluvia de besos plasmados en la página, el libro de oro se convierte en testimonio de una intimidad alegre, de un lugar donde el vino se vive más que se degusta. Sus páginas narran encuentros, risas y también silencios.

A más de diez mil kilómetros de distancia, en La Casona, el libro de oro de Los Vascos retoma este diálogo.

Con sus páginas rayadas y su cuero rojo pasión, va al grano con fervor. Allí se encuentra la misma generosidad, la misma espontaneidad en palabras y dibujos.

De Muse a Lafite, pasando por los visitantes inspirados de Los Vascos, cada uno deja una huella única.

Mensajes que provienen de todo el mundo — Chile, Estados Unidos, España, Alemania, Colombia — se entrecruzan, como acentos alrededor de una gran mesa. Corazones, racimos o botellas dibujados a mano alzada. Exclamaciones llenas de entusiasmo: “¡Gracias!”, “¡Qué hospitalidad!”, “¡Un oasis de paz y relax!

A veces, basta con una simple frase que llega al corazón: “El calor de esta casa y de la familia creyendo que está llegando un cometa.

Un visitante incluso dejó una foto de un astronauta, dedicada a la Baronesa Rothschild — como si, en Los Vascos, fuera posible alcanzar la luna.

Entre dos firmas canadienses, un astronauta irrumpe en la página, recordándonos que algunos viajes dejan una marca indeleble.

También aparecen dibujos minuciosos, paisajes, palabras que expresan gratitud, la alegría de estar allí. Algunos evocan a los equipos, los momentos compartidos, las comidas, los vinos, pero sobre todo, la atmósfera. Esa que no se puede describir y que nunca se olvida.

A través de estos dos libros, se expresa una misma hospitalidad. Diplomáticos, artistas, dibujantes, amantes del vino o de las palabras, todos han dejado en ellos un toque de ingenio o un impulso del corazón. Como un vino excepcional, este patrimonio se saborea lentamente, con una sonrisa y una nota de nostalgia.

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