Traída por los conquistadores españoles durante el siglo XVI, la vid se instala en el norte de Chile. La producción crece rápidamente y pronto el país se encuentra exportando al Perú en abierta competencia con los vinos de España. La familia Echeñique, de origen vasco, planta las primeras vides en el valle de Colchagua hacia el año 1750. Ya en el siglo XIX, los Echeñique participan de la dinámica expansiva resultante de la iniciativa de unos cuantos pioneros que se inspiran en el modelo francés.
A partir de 1850 se plantan las primeras cepas francesas en el valle del Cañetén. La producción chilena se acelera bruscamente cuando la filoxera asola los viñedos europeos; la superficie plantada pasa de 9.000 ha en 1870 a 40.000 en 1900. Las primeras exportaciones de vino hacia Europa tienen lugar en 1877.
A partir de 1947, en Peralillo se organiza y racionaliza la producción, se limpian los terrenos, se crean sistemas de abastecimiento y almacenamiento de agua, se construyen cavas y aparecen los estanques de cemento. Se embotellan los vinos llamados ‘Cañetenes’, los cuales poco a poco van ganando relevancia. No obstante, la reforma agraria iniciada en 1970 pone fin a este impulso.
En 1988, Domaines Barons de Rothschild-Lafite toma las riendas de la operación. La propiedad, que con el tiempo pasó a llamarse “Los Vascos” como tributo a los orígenes de sus sucesivos propietarios comprende ahora 2.200 ha, de las cuales 220 corresponden a viñedos. La ambición pionera de DBR en Chile es ante todo producto de un estudio acucioso. Se realizan visitas a numerosas propiedades y se degustan incontables vinos antes de optar por “Los Vascos”, terroir que reúne una combinación de características excepcionales. Las condiciones climáticas proporcionan un notable estado sanitario natural que se combina con un terroir privilegiado en cuanto a las condiciones de sol, recursos hídricos, suelos semiáridos y escaso riesgo de heladas. A 130 metros de altitud y 40 km del Océano Pacífico, el viñedo goza de un microclima especialmente propicio para la producción de grandes vinos.
Este nuevo impulso se ha traducido en importantes inversiones que son supervisadas por el Director técnico de Château Lafite Rothschild. Se ha reestructurado el viñedo existente, se ha puesto en marcha un programa para nuevas plantaciones y se han reducido deliberadamente las producciones. Asimismo, se han realizado estudios destinados a garantizar la disponibilidad de recursos hídricos y se ha instalado una estación meteorológica en el viñedo. Por otra parte, se amplió y modernizó la bodega en varias etapas como respuesta a las nuevas necesidades de vinificación y crianza (cubas de acero inoxidable, prensas neumáticas, bodega para almacenar barricas). Por último, gracias a la construcción de una casa de huéspedes que honra la tradición arquitectónica chilena, la propiedad goza hoy de un espacio de inigualable calidez para acoger a sus visitantes.
Posteriormente se inició un periodo de transición para los vinos. Dado que las uvas producidas por las parras jóvenes presentaban el ardor característico de la adolescencia, fue necesario ‘domar esa fuerza bruta’ en la vinificación realizada a inicios de la década de 2000. A partir de entonces, los jóvenes Cabernet Sauvignon han ido madurando y adquiriendo creciente sabiduría. Al mismo tiempo, se han adaptado las técnicas a medida que se ha consolidado el conocimiento del terroir. Junto con ello, se ha llevado a cabo un análisis exhaustivo de las parras antiguas, con lo cual se ha podido caracterizar su potencial y desarrollar los Grandes Vinos: el Grande Réserve y, a partir de 1999, la cuvée LE DIX. A ellos se ha sumado un Sauvignon Blanc de uvas seleccionadas provenientes del Valle de Casablanca.
El fin de la década de 2000 representa una nueva etapa para Los Vascos ya que no solo se ha integrado una nueva generación de especialistas al equipo técnico, sino que también han alcanzado la madurez las parras plantadas en la década de los noventa. La decisión de aplicar la técnica de riego por goteo en todos los viñedos y de ampliar la gama de cepas ha intensificado la expresión, el equilibrio y la complejidad de los vinos.
La primera intuición sobre el potencial de Los Vascos para la producción de Grandes Vinos ha probado ser cierta. Hoy más que nunca, Los Vascos tiene plena certeza de la fuerza de sus terroirs. No obstante, persiste el espíritu pionero y la búsqueda incansable de la excelencia exige tanto pasión como tiempo. Se han identificado nuevas parcelas con enorme potencial en las laderas y el equipo técnico ya se encuentra abocado a la producción de los futuros Grandes Vinos a través de nuevos proyectos de plantación destinados a satisfacer la demanda..