Un año difícil, con condiciones que no quisiéramos volver a vivir en mucho tiempo.
La temporada se presentó compleja desde el principio: la tormenta de granizo del 24 de abril y la floración tardía (10 de junio) con un clima húmedo ciertamente redundarán en una fecundación deficiente y tendrán un efecto negativo en la producción de los viñedos.
Las altas temperaturas y la humedad registradas en junio y julio propiciaron el desarrollo de hongos como mildiú y oídio en los viñedos y de setas y níscalos en el bosque.
La protección contra enfermedades de la vid fue una labor compleja que puso a prueba los conocimientos y la experiencia de los viñateros y los agrónomos que deben trabajar por cumplir las metas que nos hemos planteado en nuestra “Carta de desarrollo sostenible”.
Hacia fines de agosto, cuando prevalecían temperaturas cálidas muy agradables, constatamos que el grado de madurez de las bayas era heterogéneo, situación que nos hace prever dificultades mayores que las habituales durante la selección de la fruta al momento de la cosecha y en el orden en que se cosecharán las parcelas.
Hacia fines de septiembre se agudizó el riesgo de botrytis en los viñedos de cepas tintas y los equipos de selección, ayudados por el programa “Visio Selection”, demostraron un enorme profesionalismo.
Favorecida por la humedad ambiente, la botrytis se desarrolló en Rieussec y ocasionó pérdidas en las parcelas de cepas nobles.
A pesar de enormes esfuerzos y compromiso de todos los miembros del equipo, este año produciremos solamente un agradable Carmes de Rieussec afrutado y floral.
Charles Chevallier